martes, 20 de enero de 2009

Los perros

Mi perro está enfermo. No sé que le pasa pero pierde proteínas por la orina, tiene la creatinina cuatro veces más alta de lo normal y parece que puede ser algo importante, como que tenga la uretra???? eptópica???? o algo así. El lunes le hacen una ecografía y a ver que sale. Le tengo que dar un pienso especial que me va a costar un ojo de la cara, pero es mi perro y le quiero y haré lo que haga falta.

Pero tengo otro problema. Mi perra. Mi perra Coca es obesa. Es una perrita negra de lanas, con mucho pelo por la cara y unos rizos enormes que le cuelgan por el cuerpo. Tiene las patitas muy finas, los ojos amarillos y muy mala leche. La rapé este verano y parecía un obús, ahora le ha crecido el pelo y parece una mesa camilla. Pobre, es fea, pero a veces pone una carita de dibujo animado de Disney que dan ganas de achucharla y no soltarla, lo malo es que no se deja, porque encima es un tanto arisca. Lo único que le gusta es jugar al fútbol. Es una experta, y pone la pata encima de la pelota y la sujeta para hacerte un regate al más puro estilo Raúl.
Como está tan gorda, tiene probabilidades de tener diabetes o algo peor, así que también tengo que darle un pienso especial.

A ver como me las apaño para que uno no se coma el pienso de la otra. Al contrario no hay problema.
Mi perro Chico es un Terranova de 40 kilos, es macho, gallito y dominante, así que es imposible que ella llegue ni a oler su comida, pero él siempre se come la de ella. No sé por qué está gorda, la pobre.

En fin, que esto de los perros es un problema. Pero se les quiere tanto.

Hoy me he reído mucho con mi hija. Se ha comprado un Yorkshiere (se escribe así?) que pesa medio kilo. Dice que le pesa tanto la cabeza que cuando come las patas traseras se levantan del suelo y se queda haciendo el pino. Qué cosas.

Para todos los que teneis perros un abrazo y como dice Moni, seguiremos liderando la manada.

martes, 13 de enero de 2009

Alegría

Dónde la he dejado? La he tenido alguna vez? Desde pequeña me decían que era una niña triste y he sido y soy una mujer triste.

Me gustaría saber que se siente siendo alegre, me gustaría reirme y ver la vida con optimismo, me gustaría sentir cosas que no siento.

Mis canciones son tristes, mis ojos son tristes.

Recuerdo días mágicos en los que me sentía libre, porque no había problemas y no tenía nada que hacer ni nadie a quién dar cuentas de lo que hacía. Han sido ráfagas de felicidad en los que no influía ninguna persona. Las personas siempre me han causado miedo.

A veces me río, como hoy con mi hija, y mi risa suena alegre. Yo siempre pienso que tengo la alegría escondida dentro y no encuentra salida.

Podría ser alegre, quiero serlo, lo intento y me fuerzo, saco a pasear mi humor corrosivo y me topo siempre con mi tristeza, tan afincada en mi que no sabe como marcharse.

Me dicen por ahí que escriba cosas más alegres, pero ¿cómo?.

Me pongo a escribir y para mi es un desahogo, la espita del gas de la insatisfacción, y sólo salen cosas tristes y patéticas pero que liberan el espíritu.

No hay demasiada alegría, pero me quedo tan agusto.........

lunes, 5 de enero de 2009

Por ellas

Estaba oscuro. La vida seguía y yo no tenía aire que respirar ni viento al que seguir.
La habitación era estrecha y fría y el miedo era como un cuchillo afilado que se metía en los huesos y los cercenaba y partía como un carnicero experto y hábil.
Había que seguir adelante, salir de la habitación y marchar. No por mí. Mi vida ya daba lo mismo, pero la de ella no. Tenía que salvarla y tenía que alejarla de él.
El roncaba, dormido por el alcohol, semiinconsciente. Pero aun así daba miedo.
Yo tenía entonces treinta y tres años y la mente y el cuerpo rotos.
Estaba tan paralizada por el terror que hubiera saltado por aquella ventana del séptimo piso para dejar de sufrir, o para despertar. Pero estaba ella. No había cumplido los dos años y era una mujercita fuerte y serena que me tomaba de la mano y me hacía caminar.
Me miraba con sus ojos, tan negros y brillantes, sin miedo, pero con tanta tristeza que sobrecogía.
Fue por ella.Y por ellas que no estaban conmigo, pero que vivían en mi corazón y en mi mente.Las echaba tanto de menos y las sentía tan perdidas.......


Me sobrepuse al terror y esperé toda la noche, sin dormir ni un segundo, a que amaneciera.

Él no era alto, estaba flaco, tan flaco y demacrado que llamaba la atención. Tenía los ojos muy hundidos y la frente muy ancha. Su pelo rizado fue casi albino en la niñez. Lo llevaba muy corto, estilo nazi, decía. A veces sí daba la impresión de que le faltaban las botas y la gorra para ser un alemán de película de guerra. Y ejercía de ello.
Su mayor afición era beber. Pero tenía muchas más aficiones.

Cuando le conocí no tenía más de dieciocho años. Entonces me engañó con su poder de seducción. Era simpático, contaba chistes como nadie y me hacía reír. Íbamos juntos a clase, compartíamos aficiones, tocábamos la guitarra y cantábamos juntos. Fuimos amigos casi cuatro años, novios un año y medio y nos amábamos tan locamente, que hasta pensamos en casarnos en secreto. Nos separábamos llorando por las noches y al llegar a casa escribíamos cada uno una carta para el otro.
Cartas tiernas y dulces, en las que nos decíamos y nos contábamos el futuro. “Te haré una cama de estrellas, y la luna será la cuna de nuestros hijos” “Te cuidaré toda la vida y nuestro amor será el más grande que haya sentido nadie” Cosas así, tan cursis y tan terribles miradas desde la lejanía del tiempo.

Ella dormía en su cuna. El sueño inquieto y débil. Y yo que no podía dormir me sentía ansiosa de que llegara la luz y él se fuera.
Y llegó la mañana. Mis ojos seguían abiertos, expectantes y temerosos de que él decidiera no ir a trabajar aquel día. Muchas veces pasaban estas cosas.
Por las noches bebía y bebía y al día siguiente no podía levantarse para ir al trabajo.
La verdad es que no trabajaba demasiado. En los nueve años que pasé con él, si me pongo a contar, no creo que llegara a los dos años completos.
Entonces tenía trabajo. Se levantó de la cama, le hice un café, le di un beso y abrí la puerta para que saliera.
-Adiós, que tengas un buen día.- mi voz sonó serena, mentirosa y ladina.

Cerré la puerta y supe que iba a ser la última vez.

No me llevé casi nada. El pijama de la niña, una muda para ella, otra para mí, el carrito, el chupete y poco más.

No tenía dinero. Ni una sola peseta. En mi casa el dinero se gastaba en vino.Bajé a la panadería y le pedí veinte duros a la panadera. Le dije que luego se los devolvía. Pobre mujer, tan buena ella y nunca se los devolví.
Tampoco era mucho, pero me salvó la vida.

Cogí el metro, con mi pequeña bolsa y mi gran niña. Mi niña que me sonreía y me decía “mamá” con su lengua de trapo. Y las dos como dos reinas libres, en un vagón de metro alejándonos de aquella casa y sin saber dónde ir. Sin dinero, sin futuro, sin ropa, sin comida, sin familia. Pero la tenía a ella. Y había que luchar.
La fortaleza a veces aparece cuando menos te la esperas.

No me costó demasiado que un antiguo compañero de trabajo me dejara dos mil pesetas. Ni siquiera le llamé. Me fui a su oficina directamente, y con aquella fuerza extraña que me daba mi hija pequeña le pedí el dinero sin vergüenza y sin remordimientos y sin hacerme la víctima.

Aquello parecía una cadena. Veinte duros, el metro, dos mil pesetas, el tren.
Un tren que me llevó a Sigüenza, a casa de mi única amiga.

sábado, 3 de enero de 2009

YA TE CONTARÉ

Te has quedado mosca. Lo comprendo.
Te podría decir "ya te contaré" pero es que no hay nada.
Me gustaría, la verdad, poder decírtelo. Contarte una historia excitante y secreta.
Me gustaría poder decirte que me he enamorado, y que alguien se ha enamorado de mi. ¡ Y yo con estas canas!
Me encantaría decirte que mi vida ya no es la aburrida senda que me ha tocado andar, que aunque llueva luce el sol, que los pajaritos cantan y las nubes se levantan.
¡Cuánto me gustaría contarte que soy feliz, que me guardes el secreto, que me ayudes a salir de esto!
Ojala tuviera que irme a tomar un café contigo, llorar un poco, y verte llorar a ti. Porque se que te dolería en el fondo.
Pero que va . Todo sigue para mi desgracia como siempre. Un poco muerta en vida, pero viviendo. Tú me entiendes, ¿a que sí?
Que puñetera vida, nos moriremos sin saber lo que es el amor. Y para eso, yo no tendré ni siquiera una aventura para alegrarme el cuerpo que buena falta me hace.
Así que guapa, no te mosquees. Cuando pase, tú serás de las primeras en saberlo. Y si pasa alégrate por mi, que después de todo ME LO MEREZCO