sábado, 15 de agosto de 2009

EL CALOR Y LA TRISTEZA

Hace tanto calor que la tristeza no se atreve a salir de casa.
Ella y yo nos resguardamos al airecillo artificial que nos consuela un poquito, pero que nos altera enormemente cuando vemos tan cercana la factura de la luz.
La tristeza y yo nos acostamos tarde para poder abrir las ventanas y que el calor se haya cansado de dar la lata y reviente para convertirse en noche más bien templada tirando a agobiante.
Pero la tristeza me envuelve en su manto frío, y aunque no lo logra del todo, intenta que duerma tranquila y fresquita.
Menos mal que la tengo a ella para enfriarme el corazón. Hace un poco más soportable este calor.