martes, 23 de marzo de 2010

MI ABUELO

Creo que más que un recuerdo es una sensación. El sol recién amanecido del verano iluminando el campo que rodeaba la casa de mis abuelos. Yo me levantaba muy temprano para ir con mi abuelo a coger los conejos que habían caído en los cepos por la noche. Me gustaba ir con él. A las seis de la mañana aun hacía fresco y salíamos los dos cogidos de la mano. Cojeaba apoyado en su bastón, con aquellas botas negras, una más alta que la otra, porque mi abuelo tuvo la polio de pequeño y tenía la pierna izquierda mucho más corta y delgada que la derecha. A veces correteaba delante de él mientras el cuidaba de que no me cayera. Eren días dulces de la niñez. La sensación del tomillo, que yo desmenuzaba entre los dedos para que me quedara el olor, las jaras pringosas, que te manchaban la ropa, las genistas amarillas y los cardos que te arañaban las pantorrillas. Nunca he vuelto a sentir aquella libertad, aquella paz interior. Ni el mar, ni las montañas, ni los grandes ríos. Ningún paisaje del mundo por muy hermoso que sea ha logrado trasmitirme nada igual. Ninguna mano ha sido tan protectora, ningún cariño tan auténtico.Hay tantos recuerdos, tanto amor. Él era el campo, el hombre sencillo, el heroe tullido que salvó mi niñez. Se llamaba Virgilio y ahora hace treinta años que murió.Yo he heredado su sordera, su mal genio y su generosidad.

Te quiero Abuelo, Cuida de mí.